viernes, mayo 25, 2007

Dice Cadicamo:



Poema al primer bandoneonista


Vientos del novecientos

que hicieron girar las veletas

y silbaron en los pararrayos

de las primeras residencias señoriales

de Flores, Belgrano y Recoleta…


Entonces, El Pardo Sebastián Ramos Mejía,

era el primer bandoneón ciudadano

y cochero de tranvías a caballos

en la compañia Buenos Aires y Belgrano.


Vientos del novecientos…

El Pardo Sebastián inauguró un siglo,

cuando estaba en embrión la ciudad feérica

y la calle Pueyrredón era Centro América…


Uno de los primeros

que encendió la luz del tango en las esquinas

A su influjo

don Antonio Chiappe se dió el lujo

de desafiar por medio de los diarios,

a tocar los valses de Waldteufeld…

Aquellos valses extraordinarios…


Sebastián, El Pardo, encendió

el fervor, en las venas

de los Hermanos Santa Cruz,

en el Café Atenas.


En aquel Café

de Canning y Santa Fe,

donde se tocaban los tangos de Villoldo:

El Choclo y Yunta Brava

y florecían las biabas

de Aparicio, el caudillo

y del chino Andrés…


Sebastián Ramos Mejía…

Tierra parda que maduró la semilla del tango…

Decano de la facultad del bandoneón…

Tu nombre vuela con el viento del año dos

y se hace un nudo

con el violín de Vicente Ponzio, el bigotudo,

-tío del Pibe Ernesto-

que tocaba con la familia filarmónica de los Pécora,

en el Gran Sótano Argentino

de Andes y Lavalle: Flauta y violín…

Entonces, José Pécora, era un chiquilín…


Clima de hampa y atmósfera bajuna

con miradas alevosas de El Noy y Osuna


Gritos y carcajadas

con sotera de piolín

de los cocheros, nocheros

que abandonaban sus paradas,

por el Cafetín…


Fluídos misteriosos de los hermanos King…

Aires de cleptomanía

de don Juan El Vasco y José María…


Temas escalofriantes

de la banda del famoso crimen

de la calle Bustamante…

Caía el Tano Roque de visita:

Un violinista compadrito.

El público le pedía que tocara

y él, arremetía,

con su caballito de batalla:

“La polka del pajarito”.


El viento de tu bandoneón, Pardo Sebastián,

es viento que lleva y trae

tufo a kerosene del año ocho,

de un Cafetín obscuro, de Villa Ortúzar,

donde tocaba un trío, en las noches de invierno:

Canaro, Berto y Salerno.


Entonces, iba un pibe a escucharlos…

Un pibe vecino,

con alma de músico sentimental:

El pibe de La Paternal.


Tu fuelle era hermano del bandoneón de Berstein,

aquel famoso alemán bebedor de cerveza.


Pardo Sebastián,

el negro Romero,

asimiló de tu bandoneón,

el secreto,

y lo guardó en su corazón…


Por eso cuando tocaba con Lorenzo Martínez,

un moreno, cochero de tranvías,

que le decían:

-“El guitarrista del pulgar potente”-

en las Romerías del Bosque de Palermo,

encendía a la gente…!


Vientos de año ocho…

Qué se hizo

del Almacén de Corrientes y Centro América?

Del Almacén Suizo…?

Donde se floreaba El Pibe Ernesto

y Azpiazú de guitarra,

en los tangos: “Cupido”, “De quién es eso?”

y “Don Juan” milongueado con garra…


Pardo Sebastián…

Pizarrón de los fuelles,

donde aprendieron a hacer palotes en las ochavas,

El Ruso Antonio y Cipriano Nava…

Nava, siguió tus pasos en el fuelle,

En el viejo Velódromo formó un Trío

con un flautista que encendía faroles:

-El Farolero-

y un guitarrista que se llamaba Conde

y era cochero…


Cipriano Nava…

Estrella del Café de Córdoba y Junín,

con Conde de guitarra

y Basualdo de Violín…


Atracadero turbio,

donde caía El Morocho Gardel,

antes de Mano a Mano y de Razzano,

a cantarle a las ruedas,

los versos carcelarios de Cepeda.


Café con clima de delito,

donde caían, Warnes,

un hermano de Conde y Romerito…


Viento que lleva y trae

desde los brumosos confines,

el eco retobado de un Trío:

“Canaro, Berto y Martínez…”

Allá, en el viejo

Café de Corrientes y Medrano

que en el lejano año nueve, se pierde…

Llamado el Café de los Loros,

porque paraban,

los motorman y guardas del Lacroze,

vestidos de verde…


Café del pasado,

a tus mesas, para levantar el ambiente,

llegaban por las noches,

Bevilacqua y Campoamor, de clientes…

Y en atención a tan selecta concurrencia

se tocaba “La Cara de la Luna” e “Independencia”.


Ahí, fue donde se estrenó y partió hacia La Meca,

el tango: “Gran Muñeca”…

Viejo Café, en cuyo palco,

se ganaban de mano:

“La barra fuerte”

“El Pensamiento”

Y “El Entrerriano”…


La sombra de Hernani

y la silueta temulenta y desgarbada

de Bevilacqua,

cruzan empujadas

por el pechazo invisible

de El Viento que lleva y trae…


Esta noche, el recuerdo ha venido,

a traerme del pasado florido,

el nombre del primer bandoneonista:

El Pardo Sebastián Ramos Mejía,

que inauguró un siglo,

cuando estaba en embrión la ciudad feérica

y la calle Pueyrredón era Centro América…


En la presente transcripción se ha respetado la puntuación (un tanto errática) de la edición de Peña Lillo, “Poemas del bajo fondo”, BsAs, 1964.

De los músicos nombrados al menos los Santa Cruz, Romero, Lorenzo Martínez y Aspiazú, son afroargentinos, además, claro está, del mismo Sebastián, hijo de esclavos de la familia que les dió nombre legal al liberarlos, y al que se le atribuye la primacía en la introducción del bandoneón como instrumento para la ejecución del tango.

No hay comentarios.: