Quien quiera hacer ofrendas a los
dioses, ofrezca primero al vuelo un volátil. Así dijo, levantando su túnica, y
exhibiendo por entero un lugar del cuerpo para nada decente. Entonces Iaco,
chiquilín, se precipitó con su mano, riendo, en la entrepierna de Baubó. El
gesto arrancó una sonrisa a la diosa, que mejoró su ánimo y aceptó la
variopinta jarra que contenía el Kykeon.
Leías los libros a tu madre
Y luego de noche
cubierto con la piel de ciervo
Euói sabói, euói sabói,
danzabas
Con el fango y el
afrecho
Purificabas iniciados
He escapado del mal, he encontrado lo mejor...
Orgulloso porque nadie
puede gritar
Con voz más aguda
¡Hyés atés hyés atés!
Las viejitas te
saludaban
Como corifeo
Como guía
Como engalanado por la
hiedra
Como quien porta el Tirso
Y por todo ello
En cambio tú recibías
Papillas de pan
ensopado
Rosquillas y dulces
frescos
¿Quién no se sentiría
feliz entonces
De su propia suerte?
Como si el hijo de
Callíope y de Eagro tu fueses
Y al Rey de las Musas
tú siguieras
Tocabas la cetra
Tu sonido movía árboles
y piedras
Y con ese pneuma a los
hombres descubrías
Poesía y sapiencia
Vemos
por intermedio de la luz que esplende
Nada
vemos con los ojos
Pues
sólo para nosotros, iniciados
Es
sagrada la luz del sol
El Kykeon se ha bebido
El descenso
Aquello que te ha sido
dado
Compártelo
Pon en el canasto
Trompos, rombos, dados,
espejos
Perfectas hecatombes
Prometerán los
hombres
Alzando alto el clamor
Que agrada a los dioses
¡Atés hyés hyés atés!
¡Atés hyés hyés atés!
Manzanitas doradas de
voz bella y sonora
Y muñecas de miembros
articulados
Ofrecerán a su cuna los
devotos
Nadie podrá gritar
¡Hyés atés hyés atés!
Con voz más aguda
Y en la brama de
librarse de progenitores impíos
Y de la locura sin fin
Se celebrarán los ritos…
Cantaré para quien
pueda comprenderlas
Palabras conformes a
verdad y justicia
He comido del tímpano
He bebido del címbalo
He llevado el vaso
He descendido
He versado devotamente
Mi semen
En la hendidura
subterránea
¡Quien haya sufrido, se
alegre!
Cabrito cae en la leche
¡Se alegre quien sufra!
Ariete cae en la leche
Restos de un cuerpo
indolente
Cae en la leche
¡Alégrese quien sufra
aún!
¡Quién haya sufrido se
alegre!
Reconfortaos, sí
Porque os encamináis
Por el sendero que
lleva a los prados
De la sacra Carnia
Donde las mujeres
Dedicadas a los ritos
orgiásticos
Desde los tiempos más
antiguos
Huelen a sangre
hermosamente
Concebida
Y después de haber
gozado
Hasta el delirio
Haced resonar en todo
el valle gritos divinos
¡Hyés hyés hyés atés!
¡Hyés hyés hyés atés!
El cuerpo a la potencia
de la muerte
Se adecua
Pero vivo resta todavía
un simulacro
Sólo esto, desciende de
los dioses...
Que cada uno se
disperse, volviendo sobre sí
Y la boca consagre
Teniéndola Muda
Texto: Eduardo Magoo
Nico (Un ejercicio de reescritura
de fragmentos órficos).
Imagen: Orfeo encantando a los animales. Detalle de mosaico,
Museo Arqueológico Regional de Palermo.
2 comentarios:
Carnal. Dionisíaco.
Carnal, dionisíaco, sonoro.
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