martes, enero 17, 2006

Órficas



Quien quiera hacer ofrendas a los dioses, ofrezca primero al vuelo un volátil. Así dijo, levantando su túnica, y exhibiendo por entero un lugar del cuerpo para nada decente. Entonces Iaco, chiquilín, se precipitó con su mano, riendo, en la entrepierna de Baubó. El gesto arrancó una sonrisa a la diosa, que mejoró su ánimo y aceptó la variopinta jarra que contenía el Kykeon.



Leías los libros a tu madre

Y luego de noche cubierto con la piel de ciervo

Euói sabói, euói sabói, danzabas

Con el fango y el afrecho

Purificabas iniciados

He escapado del mal, he encontrado lo mejor...

Orgulloso porque nadie puede gritar

Con voz más aguda

¡Hyés atés hyés atés!



Las viejitas te saludaban

Como corifeo

Como guía

Como engalanado por la hiedra

Como quien porta el Tirso

Y por todo ello

En cambio tú recibías

Papillas de pan ensopado

Rosquillas y dulces frescos

¿Quién no se sentiría feliz entonces

De su propia suerte?



Como si el hijo de Callíope y de Eagro tu fueses

Y al Rey de las Musas tú siguieras

Tocabas la cetra

Tu sonido movía árboles y piedras

Y con ese pneuma a los hombres descubrías

Poesía y sapiencia

Vemos por intermedio de la luz que esplende

Nada vemos con los ojos

Pues sólo para nosotros, iniciados

Es sagrada la luz del sol



El Kykeon se ha bebido

El descenso

Aquello que te ha sido dado

Compártelo

Pon en el canasto

Trompos, rombos, dados, espejos

Perfectas hecatombes

Prometerán los hombres 

Alzando alto el clamor

Que agrada a los dioses

¡Atés hyés hyés atés!

¡Atés hyés hyés atés!

Manzanitas doradas de voz bella y sonora

Y muñecas de miembros articulados

Ofrecerán a su cuna los devotos

Nadie podrá gritar

¡Hyés atés hyés atés!

Con voz más aguda

Y en la brama de librarse de progenitores impíos

Y de la locura sin fin

Se celebrarán los ritos…



Cantaré para quien pueda comprenderlas

Palabras conformes a verdad y justicia

He comido del tímpano

He bebido del címbalo

He llevado el vaso

He descendido

He versado devotamente

Mi semen

En la hendidura subterránea



¡Quien haya sufrido, se alegre!

Cabrito cae en la leche

¡Se alegre quien sufra!

Ariete cae en la leche

Restos de un cuerpo indolente

Cae en la leche

¡Alégrese quien sufra aún!

¡Quién haya sufrido se alegre!



Reconfortaos, sí

Porque os encamináis

Por el sendero que lleva a los prados

De la sacra Carnia

Donde las mujeres

Dedicadas a los ritos orgiásticos

Desde los tiempos más antiguos

Huelen a sangre hermosamente

Concebida



Y después de haber gozado

Hasta el delirio

Haced resonar en todo el valle gritos divinos

¡Hyés hyés hyés atés!

¡Hyés hyés hyés atés!



El cuerpo a la potencia de la muerte

Se adecua

Pero vivo resta todavía un simulacro

Sólo esto, desciende de los dioses...

Que cada uno se disperse, volviendo sobre sí

Y la boca consagre

Teniéndola Muda



Texto: Eduardo Magoo Nico (Un ejercicio de reescritura de fragmentos órficos).

 Imagen: Orfeo encantando a los animales. Detalle de mosaico, Museo Arqueológico Regional de Palermo.


2 comentarios:

Mónica Sabbatiello dijo...

Carnal. Dionisíaco.

Anónimo dijo...

Carnal, dionisíaco, sonoro.